En el siglo XI comenzó el ascenso de la casta guerrera en Japón. Antes de que terminara el siglo XII ya había impuesto al Japón un sistema de gobierno militar que habría de perdurar, con diversas modificaciones, por casi 700 años. A este prolongado régimen de dictadura militar hereditaria se le conoce como Shogunato (shogunera el comandante militar) y duró de 1192 a 1867.
Para la segunda mitad del siglo XII el emperador se había convertido en un símbolo de la soberanía japonesa, recluido en Kyoto. En Japón se imponía la fuerza armada de familias guerreras dispersas por el territorio. En esa época (siglo XII), las dos familias más importantes eran los Minamoto y los Taira. Estas familias luchaban por la posesión de la tierra cultivable del Japón, que ocupa un 20% del territorio. Finalmente, dominaron los Minamoto; y el jefe de esta familia, Manamoto Yoritomo, fue nombrado shogun (comandante militar) en 1192 por el emperador. A partir de entonces, el shogun fue virtualmente la autoridad suprema de Japón.
El shogun nombró una serie de gobernadores militares (shugo) que guardaban el orden en todo el territorio japonés y servían al shogunato. A cambio de su lealtad al shogun, los shugos recibían tierras. Así el poder político se asoció al poderío militar y a la propiedad territorial. Con el tiempo, los shugos dejaron de ser simples guardias territoriales para convertirse en una versión oriental de señores feudales, llamados daimyo. Estos daimyo o señores consolidaron la primacía del espíritu guerrero en Japón.
Con el crecimiento del sistema feudal, basado en la lealtad personal y de la familia, surgió el más famoso de los tipos japoneses: el samurai o guerrero caballero. Los samurai eran los “guardias profesionales” de los daimyo. Cada daimyo tenía uno o varios samurai que protegían su tierra y su poder, y luchaba por él en la guerra. Originalmente, el término samurai se usó para nombrar a los guerreros aristócratas; pero después se aplicó a toda la casta guerrera que dominó Japón durante los shogunatos (siglo XII al XIX). La importancia e influencia de los samurai aumentó con el paso de los años. Algunos samurai eran miembros de las familias en el poder, otros eran contratados. A cambio de su lealtad al daimyo, los samurai recibían tierras y tributos. El cargo de samurai se volvió hereditario y así se fundaron las dinastías de samurái. La casta de guerreros adquirió características que lo situaron aparte del resto de la población.
Los samurai estaban vinculados por un código de ética y conducta (conocido como bushido), que los convirtió en un ejemplo de conducta para las clases bajas. Asimismo, sólo a los samurai se les permitía portar las armas supremas de la guerra japonesa, las espadas que se blandían a dos manos y eran objeto de veneración casi sagrada. Por otro lado, los samurai tenían los privilegios de las clases altas: poseían tierras y no tenían límites para viajar. Durante una época los samurai tenían el derecho de cortarle la cabeza a los comuneros que los ofendieran. Durante el periodo Edo (1603 a 1867), una era de paz, los samurai se dedicaron a los estudios intelectuales como literatura, historia, filosofía o meditación. También se dedicaron al comercio o se integraron a la burocracia. En 1867 renunció el último shogun y se reinstaló el emperador como el poder legítimo en Japón (época conocida como restauración Meiji). En 1871 los privilegios de la clase samurai fueron oficialmente suprimidos. Los daimyo tuvieron que regresar la tierra al emperador y recibieron pensiones del estado japonés. Muchos samurai quedaron empobrecidos y desamparados. En 1875 se les prohibió portar las espadas que simbolizaban su dignidad. En el moderno Japón ya no había lugar para el guerrero a la antigua.
La abolición de los privilegios de los samurai causó problemas sociales. En 1876-1877 hubo una rebelión de samurai liderada por Saigo Takamon. Los rebeldes samurai se enfrentaron con sus armas tradicionales al ejército del emperador, armado con tecnología bélica europea. Los samurai fueron completamente derrotados por el ejército nacional, murieron cerca de 20 mil de ellos. Este fracaso marcó el final de la era de los guerreros. Sin embargo, aunque actualmente los samurai no tienen ningún estatus oficial en Japón, los descendientes de sus familias gozan de estima entre la población japonesa, especialmente la rural.
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