martes, 18 de junio de 2013

Aiki No Kurai (Mitsugi Saotome)

Si miramos los documentos de estrategia militar y en las enseñanzas secretas del Budo antiguo, la palabra Aiki representa la lección más profunda y avanzada: "vencer sin luchar". El Aiki no tiene forma, es intemporal y vacío. Es uno con el espíritu del universo y de la naturaleza.






Como un espejo de cristal refleja todas las cosas tal como son. Cuando el corazón es puro y claro nadie puede convertirse en nuestro enemigo. Cada persona como ser humano contiene y está contenida dentro del todo infinito. Si nos hacemos uno con el universo, nos convertiremos en la encarnación del <michi>, el camino. El verdadero mundo del Aiki existe más allá de la fórmula y la técnica. Es un concepto abstracto y difícil de comprender. Es un estado de conciencia libre de mezquindad y de egoísmo, en que se está en paz con uno mismo y con el mundo. Si deseábamos acercarnos a la realidad del Aikido, debemos tratar de alcanzar este estado mental.







Cuando nuestra vida llega a ser un espejo claro, sin distorsiones nos volvemos uno solo con nuestros compañeros de práctica, sino también con las leyes de la naturaleza. A esto se le llama AIKI NO KURAI la conciencia más alta del Aiki.





O'Sensei una vez me dijo: Saotome, si deseas comprender el AIKI NO KURAI  estudia el mundo de la naturaleza. Piensa como en un águila volando en lo alto del cielo es capaz de atrapar un pez que nada debajo de la superficie del agua. Desde la orilla donde estamos la corriente del océano distorsiona nuestra visión; pero desde muy arriba el águila ve el pez, de hecho las sombras del pez, como si estuvieran reflejadas en un espejo. El águila saca de un tirón al pez del agua con la misma facilidad con la que nosotros podemos recoger una piedra en una llanura abierta. Al propio tiempo el águila no puede compararse con la rapidez del conejo en el suelo, pero desde el cielo sigue con facilidad el recorrido del conejo.   AIKI NO KURAI no es solamente una enseñanza de las artes marciales, sino una lección de la misma naturaleza. La naturaleza es también nuestro dojo. Las intrincadas variaciones de las estaciones, la belleza de las flores en el campo son nuestros maestros, y nos lleva hasta la conciencia más alta del Aiki. Cualquier estudiante serio del Aikido debe observar los fenómenos del universo en movimiento para descubrir el sentido de su estudio. A medida que vayamos entendiendo estos fenómenos deberemos aplicar dicha comprensión a nuestra práctica del Budo. Esta es mi enseñanza.






Recuerdo también una ocasión en que O'Sensei sermoneó a un grupo religiosos y les dijo:

La demostración de Aikido que les acabo de ofrecer puede haberles dado la impresión de un hombre anciano. Hay mucho de cierto en esta impresión. A menos que le demos un sentido de placer y diversión a nuestra práctica de Aikido, el verdadero Aikido resulta difícil de alcanzar. A mí me proporciona un gran plácer de la búsqueda del camino de los Dioses. El Aikido debe ser una danza de los dioses. Recordar el mito de "Ama no iwata biraki", la apertura de la puerta de roca del cielo.En esta antigua historia Amaterasu Omi Kami, la diosa del Sol,  se ocultó en una cueva y la selló con una puerta de piedra, y todo el mundo quedó envuelto por un velo de oscuridad. A fin de devolver la luz al mundo, los otros Dioses trazaron un plan. Representaron una escena de danza delante de la puerta de Amaterasu. Mientras bailaban y se divertían los sonidos de su risa y de su diversión llegaron a los oídos de la Diosa., y entreabrió un poco la puerta, sintiendo curiosidad por ver que jarana se estaba desarrollando fuera de su cueva. En aquel momento Teji Kara No Mikoto, el Dios de la fuerza incomparable, empujó y abrió la puerta de roca y condujo de nuevo a Amaterasu al mundo, y el mundo volvió a llenarse con su luz. Esta antigua historia nos da una lección relativa al deber del Budo.   




         

No hay comentarios:

Publicar un comentario