Como es habitual me gusta comenzar por la etimología
de la palabra que origina este artículo, en este caso: UKEMI.
Si buscamos su significado, comúnmente encontraremos que lo
traducen como: caída, pero, investigando un poco más y leyendo diferentes
textos encontré que “uke” viene del verbo “ukeru”, que es traducido como
recibir y a su vez: obtener, conseguir, enfrentar. A “mi” lo traducen como cuerpo,
uno mismo.
Cuando comencé a practicar Aikido, hace pocos años, fue una de las
primeras palabras que aprendí y siempre la relacionaba con recibir la técnica,
eso implica también caer o rodar. Pero, analizando los posibles significados
más el trabajo desarrollado en el tatami me doy cuenta que su significado va
más allá.
Desarrollar un buen ukemi o lo que en mi caso pretendo sea un buen
ukemi, me ha llevado a reestructurar mi mente y a olvidar por completo el
paradigma de que caer significa: ser derrotado, perder, ser humillado, etc. A
su vez, he tenido que modificar el concepto de que el ukemi solo es una herramienta
para poder recibir la técnica correctamente sin salir lastimado, en resumen un
mal necesario para seguir entrenando.
Quedarme con esa concepción de lo que es ukemi hubiese sido solo “verlo”
de manera superficial y me estaría perdiendo todo el trasfondo no solo físico
sino mental-emocional que implica desarrollarlo.
Aprender el trabajo de ukemi y técnico en general necesita que empleemos
nuestro cuerpo pero que también aprendamos a sentir, obviamente hay explicaciones
y teoría, pero estas a la hora de recibir un ataque quedan casi completamente
de lado y es ahí donde entiendes que cada sensación experimentada puede
llevarte al desarrollo de una técnica eficaz. Ukemi es armonizar, ser capaz de leer la técnica de Tori
casi al instante, es algo así como pensar sin pensar, leer sin estar conscientes
de ello.
Desarrollar el trabajo de
ukemi requiere relajarnos, sentir, olvidarnos del miedo y de estar tensos, algo
que admito, todavía me cuesta, pero en lo que sigo trabajando.